Sunday, December 25, 2005

Eres el hombre de mi vida

Navidad, como de costumbre los últimos tres años, la pasé sólo. Diana en Colombia con la familia. ¿Yo? Tranquilo de tener tiempo para reecontrarme conmigo mismo, y aprovechar esta vez que ¡por fin! pude escribir algo que necesitaba tanto decirle... al hombre que amo.
*** *** ***
Eres el hombre de mi vida.

Me tomó demasiado tiempo poderte escribir. Pero exactamente el mismo tiempo que me tomó dejar de tratarte de “usted”.
Te escribo porque te extraño. Hace seis años y un par de semanas te ví por última vez, pero tú no me viste. Está bien, durante los seis años anteriores fuiste tú quien intentó verme y yo hize todo para ignorarte, o para despedirme pronto. Aún recuerdo la última vez que me llamaste por teléfono, hace seis años y medio. Me dijiste que querías evitar problemas con tu esposa y que podríamos hablar poco, y molesto te pedí que me llamaras cuando tuvieras el valor de enfrentarla. ¡Cuán ignorante fui! Ahora entiendo que hay muchas cosas que un hombre debe hacer para mantener armonía en casa. Y no te guardo rencor, al contrario, te escribo lleno de verguenza poque la vida me ha enseñado que hiciste un millón y medio de cosas buenas por mi vida, y yo preferí juzgarte por la media docena de errores que cometiste.
¿Cuáles errores? Te preguntarás… no lo sé, ni me importa ahora. Pero te aclaro que divorciarte de mamá no fue uno de ellos, al contrario, por una década consideré esa decisión lo mejor que había sucedido en mi vida… aunque ahora, cada día, me afecta más. Quizá supongas que me molestó no tener tu apoyo económico después del accidente. Sí… fu esa semana tan crítica en que yo casi maté a varias personas incluyendo un bebé no nacido, destrozé mi primer auto a los quince días de haberlo comprado, mi mamá hipotecó la casa para evitar que me encarcelaran y mi abuela murió después de su quinta operación en dos años. Nada de eso fué tu culpa, todo fué a causa de mi irresponsable accidente de tránsito… pero a partir de ese momento te culpé a ti.

Y pensar que de no haber sido por ti pudo haber sido peor. No tenía una gota de licor, porque siempre me enseñaste a no embriagarme. Me enseñaste también a soñar en grande y a trabajar duro. La vida no fué nada fácil para ti, pero aún así cambiaste las circunstancias de tu niñez tan drásticamente para darme a mi una niñez maravillosa.

Ahora te entiendo cada día más. Aún no puedo creer que para ir a la escuela te tocaba caminar una hora sin zapatos cruzando un río. Tampoco que en casa te escondieran el pan mientras tus hermanastros lo tenían todo. Mucho menos entiendo porqué hace 11 años tuviste que contarnos a Lauren, Dennys y a mi que cuando niño fuiste abusado sexualmente. Me duele recordar tus traumas de las golpizas que te dieron de adolescente, y cómo a los veinte tu propia madre te negó un lugar dónde vivir. Pero créeme que no desperdicio mi vida en rencor contra nadie, al contrario, a la abuela (aunque me cuesta usar ese mismo término que para mi amada Laurita) la llamé cuando me vine a vivir a Estados Unidos hace tres años. No le he vuelto a llamar desde hace 13 meses y para decirte la verdad estoy preocupado porque hace una semana que intenté el número ya estaba desconectado. Espero que no haya partido sin yo haberla podido conocer. Increíble pensar que cuando fuí a Los Angeles hace 5 años ni se me ocurrió visitarla.

Entiendo porque cuando niño te molestabas si nos quedaramos jugando en la calle caída la noche si habían ahí adolescentes que tú no conocías. También entiendo porque cada vez que entraba a tu habitación sin tocar reaccionabas con tremenda sorpresa y un rostro de miedo a ser golpeado. Entiendo porque a veces preferías comprarme otro par de zapatos que reparar mis anteojos quebrados por décima vez. Entiendo porque te gastaste tu herencia en lujosas comidas de hotel y largos viajes.

Te entiendo cada día más papá, y me duele tanto haber sido injusto y juzgarte. Ahora siendo un adulto no hay nada que desearía más que poder verte y platicar contigo… tendría tantas cosas que contarte.

Te contaría por ejemplo que ahora vivo en Estados Unidos pero sueño cada día en regresar a Guatemala. Aunque no me siento muy orgulloso de lo que he hecho en la vida, muchos de tus conocidos sí se admirarían. Pero tú me hiciste soñar con alcanzar la cima del mundo, y por eso aún no me siento satisfecho. Tengo un trabajo cómodo, con oficina propia y recepcionistas, pero tú me dijiste que podría llegar a ser presidente… y te lo sigo creyendo. Aunque te cuento que ya conocí a cuatro de los últimos cinco de Guatemala y con dos de ellos yo fuí el portagonista de la reunión. También te cuento que intenté poner una empresa y fracasé, por no querer dedicarme al aspecto de ventas. Aunque todos quienes me conocen dicen que soy excelente vendedor, quizá lo aprendí de ti. Quienes miran tus fotos dicen que somos igualitos, y que te ves muy guapo para la edad que tienes. Yo les digo que además de guapo está tu carisma e inteligencia. Claro, si de ti aprendí a enumerar las 10 potencias mundiales cuando tenía sólo 7 años. Por ti me interesé en memorizarme todos los países con sus capitales y banderas. Por ti sentí natural leer una enciclopedia de fútbol cuando me pidieron arbitrar un juego en la primaria. Por ti aprendí nombres de constelaciones queno veo en décadas. Por ti aprendí de Sócrates que “solo sé que no sé nada” y que un abrazo es lo más valioso que le puedes dar a una persona. Aprendí que un hijo es el tesoro más grande del mundo, y por eso aún no me decido a tenerlo. No me siento preparado. Económicamente siempre quiero más, pero sobre todo, para poder dedicarle a mis hijos la cantidad y la calidad del tiempo que tú nos diste. No sé cómo lo hiciste. Siempre nos llevabas contigo… y siempre me presentabas con un orgullo cómo si yo fuése un Premio Nóbel, cosa que también me hiciste creer que era capaz de alcanzar. No lo descarto, pero será de la Paz, porque el set de química que me compraste a los 6 años después de todo no me tocó el alma. Pero si me tocó el alma tu generosidad… como cuando descubrí que tenías dos niños huérfanos patrocinados, y nunca me lo habías contado. Pero así eras tú, creo que te mirabas a ti mismo en esos niños de ojos tristes, cómo aquella tarde que desde adentro del restaurante invitaste a dos niños a comer Pollo Campero con nosotros y las meseras y los demás nos veían con molestia por arruinarles su ambiente. Pero a ti no te importaba nunca el ambiente, sino sentirte a gusto y haciendo lo que creías que debías. Aunque fuese ponerte a bailar rock con tu hijo en un centro comercial justo antes de comparme un disco que te pedía. ¿Recuerdas cómo fui cambiando? De niño te pedía libros y de adolescente te pedía discos. Y siemrpe trataste de complacerme. Y yo pedía más, pero fue todo tu culpa.

¿Cómo fuiste capaz de regalarme un rompecabezas de un mapa de Estados Unidos cuando tenía apenas 8 años? No sabía una palabra de inglés pero me aprendí los 50 estados y sus capitales, ¡ah! Y sus productos por los dibujitos del rompecabezas. ¿Cómo fuiste capaz de ponerme a componer contigo una letra para las melodías de Bach y Chopin que traían las cajitas de música para mi hermana de dos años? ¿Porqué me prestaste tu desarmador más pequeño cuando sabías que era para desarmar tu calculadora científica que me heredaste al entrar a cuarto primaria? ¿Y porqué me dejaste escuchar hasta cansar a mi mamá con tus discos de Boston, The Doors, y Grand Funk Railroad? ¿Porqué me permitiste grabar repetidamente en un cassette “I Was Made For Loving You” de Kiss para oirla mientras jugaba fútbol con Dennys en el patio de la casa y rompiamos ventanas con la pelota? Y nunca me regañabas por eso, cómo tampoco lo hiciste cuando mi primer carrito a control remoto lo destrozaste con tu auto verdadero porque lo dejé en el patio la primera noche que lo tuve. En vez de regañarme decidiste comprarme Tonka a partir de entonces. Es más, sólo recuerdo una vez que tuvimos que salir corriendo para que no nos pegaras, y fué porque durante media hora nos habías advertido que entre hermanos no debíamos pelear. Claro, si hasta después aprendí que en tu vida sólo tu hermano te había acompañado dónde ni siquiera tus padres estuvieron a tu lado.

Y sin embargo me enojé contigo cuando al graduarme del colegio me dijiste que no podrías apoyarme pagándome dos carreras y tuve que escoger Publicidad por encima de Filosofía. Peor aún me enojé cuando me confirmaste que no podrías comprarme un auto para ir a la Universidad porque ya venía un segundo hijo con tu esposa. Y más cuando me dijiste que no podías enviarme al extranjero, pero que habías hecho todo lo posible para que yo lo alcanzara por mi cuenta. Y en silencio, maldije tu pobreza y juré hacer dinero aunque tuviera que dejar de estudiar. Me equivoqué.

Me equivoqué en juzgarte tanto, y darme cuenta que la vida me haría repetir tus propios pasos, aún los que consideré tus errores. Y aquí estoy, con 30 años y necesitando regresar a la universidad a concluir ese último semestre de Televisión que por rebelde no terminé. Y pensar que tú razón para dejar la universidad fué que sabías que a tus hijos les era más útil un padre en casa por las noches y los fines de semana en vez de estar estudiando sicología en horarios complicados después de largos días y semanas de trabajo. Y me enseñaste lo que significa autodidacta, y me motivaste a aprender no un poco, sino mucho de todo. Y en dónde fuera. Por ti no puedo simplemente hojear un periódico, sino que me absorbe por horas. Por ti no puedo entrar al inodoro sin antes buscar aunque sea 2 minutos en plena emergencia algo que llevar para leer. Por ti prefiero un libro sobre cualquier otro regalo, y por ti aprendí que después de relajarme viendo un partido de fútbol (con Maradona) debo compensar viendo un documental (de la guerrilla en Nicaragua y la expansión comunista en centroamerica). Por ti aprendí que debía aprovechar cuando tuviera la oportunidad de viajar.. y la tuve.

Si supieras que ahora vivo en Houston, esa ciudad con ese estadio tan raro que veía en tus fotos. Incluso conocí tu ciudad favorita, Nueva Orleans. También fui a Mexico y lo primero que busqué, antes de las famosas librerías que me decías eran las mejores de latinoamerica, fue la Torre Latinoamericana, el edificio más alto que tú visitaste jamás. Y tengo que contarte otra cosa… también fuí a Colombia. Cuatro veces ya, igual que tú, aunque no conozco ni Cali, ni San Andrés, ni Zipaquirá. A Bogotá pasé dos veces por menos de 24 horas, pero en Medellín he estado un buen tiempo. ¿Adivina por qué? ¡Pues me casé allí, y ¡con una colombiana!! Se llama Diana y le encantaría conocerte. Yo le digo que sólo por ser colombiana tu te enamorarías de ella. Es que nunca te conté que poco antes de divorciarte de mi mamá descubrí un maletín con una foto muy romántica tuya con una colombiana; pero tranquilo que nunca le dije nada, aunque con tus frecuentes viajes y haber pasado todo Diciembre del 87 hasta la primera semana de Enero le ha de haber hecho sospechar que la pasaste muy bien. ¿Ves? Te sigo los pasos, sin quererlo. Después de varias visitas me pasé Diciembre 2001 hasta mediados de enero casándome y de Luna de Miel en Colombia. Conocí Chocó, de dónde nunca me hablaste, y quedé fascinado. Pero no te preocupes, antes de salir del país por mi sólo, conocí todos los departamentos de Guatelinda. ¿Te acuerdas de mi trabajo en la Presidencia? Pues no sólo viajaba en helicóptero cada semana, me reunía con alcaldes, gobernadores y diputados, sino con aldeanos, campesinos, ciudadados de todo nivel, y además, ¡conocí 300 de los 331 municipios del país! Yo sé que eso es lo que deseabas, que conociera mi gente y mi patria. Aún recuerdo cómo mencionabas algo de Kissinger y Acapulco, y decías que yo llegaría más lejos que tú. No lo sé, no me interesa competir.. sólo quiero honrarte y sacar provecho a todo lo que hiciste por mi… quiero, sí, mi meta es, que pudieras sentirte orgulloso de mi, aunque me quede como un simple chapín emigrado yo sé cuál sería tu mayor orgullo: que sea buen padre.

No lo veo tan fácil. Fuiste todo un amor en mi niñez y un perfecto amigo en mi adolescencia. Me pregunto por qué no te he hecho parte de mi adultez. Pero por eso te escribo, para invitarte a mi vida. Perdona que lo haga hasta ahora, pero ni siquiera se me había ocurrido… llevaba todo este dolor y remordimiento hasta que haces unos meses en una cita con la sicóloga ella y Diana descubrieron que haberme alejado de ti es mi mayor trauma, el que me ha impedido ser feliz. Y por eso te escribo: para pedirte perdón por hecharte al olvido, para decirte que te perdono todo aquello de lo que una vez te acusé, y para decirte que me haces mucha, mucha, pero muchísima falta.

Me hacen mucha falta tus abrazos. Pero sobre todo, me hace falta una oportunidad de decirte que te quiero. Mentira, eso no basta. Te amo. Y te doy las gracias porque aunque mi mamá se ponga celosa, ella me dió la estabilidad emocional y tú me diste el impulso de soñar, la visión para perseverar y el deseo de volar. Pero ahora sólo tengo un deseo… poder volverte a ver y sentir un beso tuyo con tu barba rasurada raspando mis mejillas. Sé que es imposible, pero eso no impide que varias veces haya pensado en llegar al pueblo, y buscarte para abrazarte, aunque después de cinco años no sé si podría tener algo más que tu traje entre mis manos al abrir tu tumba.